De máscaras de conejitos y algunos perros sin ojos...**

Me encandiló el brillo que produjo el rosa de la carrocería al encontrarse con un pequeño rayo de sol, una luz que las nubes decidieron liberar tan sólo por un instante. Al levantar la mirada, descubrí a un conductor anónimo, un rostro oculto tras una festiva y tierna máscara de conejito...idéntica a la que usé el Día de Brujas del año anterior. Era algo sumamente extraño para mí. :S

Nos quedamos mirando fijamente el uno al otro por algunos segundos, pero ninguno hablaba. Repentinamente, quitó la máscara de su rostro, y yo contuve la respiración sin darme cuenta, mientras él tranquilamente me sonreía. Permanecía callado, únicamente mirándome y sonriendo...Su piel era pálida como la luna llena, sus ojos de un profundo negro...enormes y rasgados, pero lo que más me impresionó fueron sus labios, era poseedor de una llamativa y pronunciada boca. Una boca de un rosa tan intenso como el color de su vehículo. :O

Cuando por fin vencí el miedo y, guiada por la curiosidad, me decidí a hablarle , me acerqué un poco a la ventana del coche. En eso estaba, cuando me sorprendió con un cálido y extremadamente rápido beso en los labios. Al momento me pareció hermoso, pero cuando por fin caí en cuenta de que un desconocido me había robado un beso y debía reclamarle, él arrancó a toda prisa en su bello auto con la misma sonrisa que me había dirigido momentos antes. Cabe mencionar que yo simplemente me quedé sin habla, fue un suceso muy poco común, de esos para los que yo no tengo palabras.

Después de un tiempo de permanecer congelada, me percaté de la hora...¡tres minutos para las ocho! El Señor Torres llegaría a las ocho en punto como siempre lo hacía, pero la tienda estaría cerrada puesto que yo tenía el deber de abrirla ese día...¡No, no podía ser! Era tiempo de salir corriendo. Y así lo hice, algunos años de entrenamiento en atletismo dieron su fruto por vez primera, nunca gané una competencia en mi vida, pero por lo menos ese día no llegué tarde a mi trabajo. :)

Ese día estuvo lleno de incertidumbre..."¿Quién sería ese atrevido?" me preguntaba. Por otro lado, no me había disgustado su osadía, de hecho, no pude sacar ese extraordinario evento de mi cabeza en las seis horas que comprendía mi turno en la dulcería. Atendí a la gente con la indiferencia que una reina demuestra a sus súbditos, y no lo hacía conscientemente, hasta que uno de los clientes, muy enojado, me lo hizo ver. "Esto no es lo que te pedí, mocosa inútil...¡A ver si para la otra me pones más atención!...¡Argh, parece que tienes Panditas en la cabeza!" me dijo. Pero yo nada más escuchaba un "bla bla bla" en mi mente, era como un eco infinito de palabras cuyo significado yo no conocía. "Ah, sí" fue todo lo que mi seco cerebro pudo procesar para darlo como respuesta a ese pobre hombre que tanto apuro parecía tener.

Continuará...